domingo, 26 de mayo de 2013

LA TRISTEZA DE LAS TIENDAS DE PELUCAS - PATXI IRURZUN





Me había prometido no hacer crítica literaria de lo que va cayendo en mis manos en la convicción de que a nadie tiene por qué importarle lo que yo opino o dejo de opinar sobre tal o cual libro, cosa de los más subjetivo, que cuando es para bien, pues oyes, mejor para mí, y cuando no lo es, para qué caer en la presunción de airear tu malestar a los cuatro viento, para qué hacer daño. No obstante, acabo de terminar el libro de relatos LA TRISTEZA DE LAS TIENDAS DE PELUCAS de Patxi Irurzun, y me he dicho que algo debo escribir de éste, máxime cuando ya lo hice de alguno de los anteriores del mismo autor.

Decir que me ha gustado es poco, es casi obvio, ya me gustaría saber si alguien a quien no le puede gustar, si no todos, si al menos alguno de los relatos que integran el libro. Supongo que de existir alguien así será un individuo que sienta repelús ante la escritura comprometida, la que pone en solfa la miseria en casi todos los aspectos que nos rodea como los relato PEAJE o EL MUNDO ES UN AUTOBUS, alguien que no sepa apreciar la fina ironía que encierra un relato como ESPEJO DE PRÍNCIPES o ese otro inmejorable de ¿PARA QUE VAMOS A PERDER EL TIEMPO HABLANDO SI PODEMOS ARREGRARLO A HOSTIAS?, e incluso la carga lírica de un buen exabrupto en el momento justo al final de EL VÉRTIGO DE SPIDERMAN, alguien incapaz de apreciar la ternura de una mirada que hurga en lo cotidiano para resolver que siempre puede haber lugar para una sonrisa como en EL CANGREJO VALIENTE o TRIGESIMOQUINTA CRISIS. 
Porque lo que más aprecio de la escritura de Patxi Irurzun (así como de otros autores como Amado Gómez Ugarte,  Alberto Olmos, Iban Zaldua, Rafael Reig…) es su empeño en demostrar que la buena literatura no está reñido con el humor, que el texto literario para merecer semejante atributo no tiene porqué ser también sinónimo de tostón, que es en lo que dan muchos cuando pretenden hacer solemne el ejercicio de escribir, digamos que en una búsqueda de la trascendencia a toda costa para la hay lugar a las risas.  Y en éste y los demás libros de Patxi Irurzun hay muchas risas, risas por lo absurdo de las situaciones a las que lleva a sus personales, risas o sonrisas de complicidad porque lo te cuenta, me cuenta, es bien cercano, ya lo sea cronológica, geográfica, familiar y hasta laboralmente. Y precisamente por eso, porque hay risas, se puede dar el privilegio de hablar de cosas tan duras y tan tristes como las que pasan a diario a nuestra alrededor sin que el libro se te caiga de las manos por tratarse de un compendio de angustias contemporáneas o un panfleto al uso.

Todo lo contrario, aquí cada relato parece aspirar a encontrar su propio mundo literario. Son relatos unidos por el inconfundible estilo tierno, conciso y directo de su autor a la par que completamente diversos entre sí. Por haber también hay dos relatos que son para mí todo un adelanto de lo que podrían ser una o varias novelas en toda regla porque apuntan unos escenarios y unos personajes de los que te quedas con las ganas de saber más, me refiero a FRAY SPRAY y EL CENSO DEL MIEDO. A decir verdad, la sola invención del nombre de la localidad que no aparece en los mapos de este último relato, Ezizena (No-nombre) ya merecería una de esas trilogías a lo Juan Benet con su Región o esa otra de imposible memoria, pero por ello no menos recurrente, de William Faulkner.  Supongo que sería mucho pedir, que los gustos o prioridades del autor seguramente no irán por esos derroteros, que a ver quién coño soy yo para pedir nada a nadie. Pero oyes, es que todavía tengo muy presente el video de una entrevista a Juan Benet donde le preguntaban el motivo de su invención de Región y la respuesta de éste no podía ser más clara, para escribir cómo y de lo que me dé la gana sin tener que aguantar a nadie que me venga por detrás diciendo que no era así o asá.

Pues eso, a ver si animo a alguien para que lea a Patxi Irurzun, que insisto que no le va a defraudar de no ser un pusilánime o un snob al cuadrado. Lo único que me quedaría por añadir, y esto a sabiendas de que compete en exclusiva a la logística de cada editorial, es lo mucho que me jode tener que esperar a ir al terruño cada vez que sale un libro de Pamiela que llama la atención para poder agenciármelo, dado que aquí en Asturias es prácticamente imposible encontrar ninguno entre las novedades de las librerías, que son, por mucha librería electrónica, e-books y todo lo que se quiera, adonde siguen acudiendo la mayoría de los lectores para ponerse a día de lo que hay, siquiera sólo para poder tocar los libros, que no es una tontería, ya que éstos no te entran sólo por la vista, también hay que tocarlos, hojearlos, olerlos incluso, que si no cómo te vas a fiar de ellos.

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