jueves, 8 de mayo de 2014

TRAGICOMEDIA


Lo vendan como lo vendan, los veintiún detenidos de ayer y los que vengan, por muy bocazas, idiotas o malvados que hayan sido con sus comentarios en las redes, los cuales sólo les descalifican a ellos poniendo en evidencia su idiocia, no son ni de lejos verdaderos enaltecedores del terrorismo, no representan peligro alguno y todavía menos responden a estrategia alguna de una organización criminal como ETA. Internet es un pozo sin fondo de la estulticia, un espejo cóncavo de la sociedad donde todo lo peor de ésta es exponencial y casi que inabarcable. Por eso esta operación policial apesta a propaganda, a querer seguir viviendo de efecto mediático del terrorismo a través de unas detenciones con las que probablemente quieren hacer creer a una buena parte de la población que todavía traga con sus mentiras que el peligro etarra todavía es una prioridad para ellos, que sigue vigente, tiene que estarlo porque renta y mucho, y que a falta de etarras a los que poner bajo recaudo con la correspondiente cobertura mediática, pues ahora vamos a por estos, no ya la escala más pequeña del fenómeno sino incluso la más ridícula: chavales que sólo hacen exhibición de su estulticia, acaso de su maldad innata, a través de las redes y amparados en un supuesto anonimato; idiotas, sí, pero no criminales, ahí está la trampa. Eso y un aviso a navegantes, en especial a los más activos o atrevidos con sus críticas, de que la supuesta libertad de expresión tiene los límites que a ellos les da la gana, que hoy puede ser unos niñatos descerebrados (a los cuales ya se encargarán de dar el escarmiento de su vida con acusaciones que no llegarán a nada, pero entretanto cárcel y escarnio por un tubo con la complacencia de la eterna mayoría silenciosa) como mañana cualquier otro por lo que sea, el mantra etarra parece no tener límites. No en vano estamos viviendo el mayor ataque a la libertad de expresión en España desde la Transición, sobre todo con el control de la prensa en unas pocas manos que además dependen en buena parte de sus buenas relaciones con el poder, de ahí la destitución de periodistas molestos, el nombramiento de nuevos directores de periódico más complacientes que los que había antes, el uso y abuso de la publicidad institucional para arruinar medios o amenazar con ello, el cierre de muchos de estos con cualquier excusa o tecnicismo legal, la práctica uniformidad de pensamiento que se ve en la práctica total de la prensa más o menos profesional. Y a todo esto, cómo no, sumar una reforma de la justicia que vuelve a ser para ricos, un proyecto de ley que recuerda en casi todo al de otras épocas en sepia, una reforma de la policía que vuelve a ser nacional y sobre todo patriota, y en todo lo demás y lo que venga con el único fin de institucionalizar lo máximo posible la impunidad de los de arriba con sus abusos y corruptelas a costa de la indefensión del resto de la ciudadanía, ésta cada vez con menos recursos de todo tipo, si es que todavía se nos podrá tener por tal. Y lo peor que parece que no lo vemos, que no queremos hacerlo, que estamos a otras cosas, a ver si remonta algo la economía por si nos cae algo, a callar no vayamos a exponernos a saber qué, a replegarse al cuartel de invierno de cada cual hasta que escampe el temporal, a cobijo de lo que les pueda pasar a los demás por bocazas, y no me refiero a aquellos como los que han detenido por verter su bazofia moral en las redes sociales, sino a todo aquel que utiliza éstas para expresar su indignación sobre el cada vez más repulsivo y alarmante estado de las cosas. Bocazas que es el vocablo con el que los mansos de hechos y pensamiento definen al resto.

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