lunes, 21 de agosto de 2017

EL EXTRAÑO CASO DE LOS PROGRES ESPAÑOLES (U OCCIDENTALES) QUE CRITICAN SIN PIEDAD TODO LO QUE TENGA QUE VER CON EL CRISTIANISMO, Y MÁS EN CONCRETO CON EL CATOLICISMO, Y PIDEN RESPETO PARA EL ISLAM Y CALIFICAN LAS CRÍTICAS COMO ISLAMOFOBIA.




Criticar el Islam como religión, criticar sus absurdas creencias con todas sus costumbres y preceptos, denunciar su trasfondo totalitario, su enfermiza misoginia, no es lo mismo que rechazar a sus fieles sólo por serlo o por el lugar del que proceden. Esto último está muy mal y además es injusto porque las personas están por encima de sus creencias independientemente de cuáles sean éstas o su lugar de procedencia, siempre y cuando, claro está, no pretendan imponérnoslas como en el caso de la minoría integrista que viviendo entre nosotros también desea nuestra muerte por infieles.

El Islam, como en su momento y acaso todavía el cristianismo, el judaísmo y cualquier otra religión por el estilo, está en franca contradicción con la Ilustración y sus valores. El Islam no ha conocido una verdadera Ilustración en su seno, todos los intentos han fracasado, y de ahí que, con las notables excepciones de ciertas escuelas más abiertas y conciliadoras con la vida moderna y por ello también minoritarias, sea una religión profundamente reaccionaria que no acepta de buen grado el mundo moderno en el que vive. Exactamente lo mismo que hizo la Iglesia Católica en su momento hasta casi el II Concilio Vaticano donde procuró adaptar su doctrina a la realidad de las sociedades modernas y democráticas que habían decidido que la religión debía estar separada del poder civil y ser una cuestión esencialmente privada (y sí, no son pocas todavía las muestras de resistencia de la Iglesia Católica a aceptar el lugar que le corresponde en las sociedades occidentales, que le pregunten si no a los polacos, o a Rouco Varela y otros tantos purpurados...).

Dicho lo cual ya sólo faltaría que aquellos que queremos vivir en una sociedad libre, donde cada cual pueda creer o dejar de creer en lo que quiera, y practicar la religión que le venga en gana sin que le sea impuesta, no pudiéramos criticar o rechazar una religión como el Islam cuyos preceptos se dan de bruces en su inmensa mayoría con nuestra manera de concebir la democracia y la libertad. Eso siquiera en el plano teórico, intelectual, porque en el otro, en el humano, en del día a día, por supuesto que hay que respetar a todos los musulmanes como ciudadanos de pleno derecho y denunciar los ataques contra ellos por el sólo hecho de ser musulmanes. Una cosa es el debate intelectual y otra la convivencia. 

Y lo digo porque asisto, leo, oigo, discursos que cuando piden respeto al Islam, discursos que dicen denunciar la islamofobia, me huelen a doble rasero, parece que lo que están pidiendo en realidad es que no se critique nunca ni nada del Islam con la excusa de que hacerlo es xenofobia o algo parecido. Ni que duda cabe que es un discurso muy interesado que pretende bula para el Islam en unas sociedades como las nuestras que llevan ya varios siglos cuestionando todo fenómeno religioso y en especial los diferentes credos que han sido históricamente mayoritarios entre nosotros. Por otra parte, son argumentos que coinciden en lo esencial con esos otros de la Iglesia Católica y otras cuando piden censurar ciertas manifestaciones contra su fe con la escusa del respeto y la ofensa a sus creencias; ni más ni menos que una forma harto sibilina de intentar reimplantar la censura porque siempre habrá algo que les ofenda en el discurso o en el comportamiento de los que no pensamos ni sentimos como ellos.

Y de ahí también mi perplejidad ante la actitud sumisa, cuando no cómplice, de cierto discurso progre, o supuestamente de izquierdas, que, contrario a sus principios, no distingue entre individuos y credo. Eso y que, también contrario a la inveterada y sana costumbre de la izquierda de cuestionarlo todo, se niega a debatir las creencias de otros por miedo a ser tachado de xenófobo o intolerante cuando los que no toleran el debate son otros. No lo hace siempre que el credo sea el Islam porque a su entender es también el de los más desfavorecidos, el de los inmigrantes. No hay poco paternalismo ni nada en esa actitud de pensar que es lícito criticar o chotearte del obispo de tu parroquia y del catolicismo; pero, en cambio no del Islam integrista anclado en la Edad Media y que vive entre infieles abominando de la sociedad que lo ha acogido en su seno. Paternalismo que considera que los individuos cuya religión es el Islam, o que proceden de países donde ésta es obligatoria, no son capaces también de pensar por sí mismos e incluso de poner en tela de juicio los preceptos de su religión como hicieron buena parte de nuestros mayores con la suya. Paternalismo que parece dar por bueno para otros lo que jamás estaría dispuesto a dar para sí mismo; los musulmanes, o los individuos que proceden de países donde esta religión es obligatoria, también tienen derecho a ser libres, también. 

Por eso cuidado cuando nos pidan respeto para tal o cual religión o credo, no vaya a ser que lo que de verdad nos estén pidiendo sea complacencia o autocensura.

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