martes, 6 de febrero de 2018

¡ÁNDALE!


Últimamente estoy adquiriendo la costumbre, cuando me encuentro un sábado en Oviedo y vuelvo de dar un vuelta por ahí con mi familia tras la preceptiva jamada con ingesta siempre a medida, a la mía claro, de sidra y orujo, de ir a parar directamente al sofá de la sala a escuchar música en youtube con el móvil en lugar de subir a mi estudio, o como lo quieras llamar, y ponerme a mi cosas y sobre todo con la música que acostumbro a escuchar. Y el caso es, serán cosas de la edad, casi acabo escuchando la música de mi infancia, o mejor dicho, la música que oía en casa a mi madre o esa otra de cuando íbamos de viaje en coche y mi viejo no paraba de cantar. Porque cómo le gustaba cantar a ese hombre en el coche. Él y su repertorio de bilbainadas "...un racimo de uvas en el paladar", joticas "quisiera volverme yedraaaaá...", zortzikos "la del pañuelo rojo loco me ha vuelto a mí...", Donnay por un tubo, "...el molinero anciano y una nieta a quien adora, tranquilos pasan las horas...", cubanadas del tipo "es Lenín (así con acento), Martí y Fidel Castro, los hombres que invitan a peleaaaar, por el triunfo del proletariado, que ahora y siempre Cuba venceraaaá.", a saber dónde o cómo habría aprendido esa y otras por el estilo, la época supongo. En fin, todo el repertorio que suelo tararear, casi que inconscientemente, mientras limpio la casa los domingos por la mañana y que viene a ser un legado oral en estado puro. Con todo, lo que de verdad sonaba todo el rato, siquiera cuando el viejo cerraba el pico, eran las rancheras que mi madre llevaba en aquellos casetes a los que se les salía la cinta al final de cada canción y luego había que rebobinar con la capucha de un bolígrafo.

Así que ayer me tiré el resto de la tarde escuchando a Jorge Negrete, José Alfredo Jiménez, Pedro Infante y otros que pertenecen al recuerdo de cuando mi madre los escuchaba a todas horas en el coche o en casa. Y anda que no me gustaban poco ni nada también a mí, que me doy cuenta que me las sigo sabiendo de memoria, que me veo cantando con mi madre en la cocina o siguiendo a mi padre en el coche: "no volvereeeé, te lo juro por Dios que me mira, te lo digo llorando de rabia, nooo volvereeeeeé.., fuimos piedras que siempre chocamos, gotas de agua que el sol resecó, borracheras que no terminamoooos..." Y el caso es que las oigo después de mucho tiempo y me siguen emocionando a pesar de su excesivo melodrama y, también, también, del más que evidente machismo que envuelve la mayoría de ellas y del que dan títulos tan explícitos como "Le solté la rienda", "Pelea de Gallos" o "La Culebra". Pero resulta que ese precisamente el encanto del género, esa exaltación del macho "charro" que roza el patetismo, esas historias de amores desgarrados que ahora serían catalogados de acoso, desengaños bañados en tequila y misoginia a raudales. Ellas nunca daban la réplica porque las rancheras eran exclusivas de hombres berreando en la cantina, hombres que hacen gala en sus letras de todo aquello que ahora llaman "hereropatriarcado". Canciones y poses que en artistas contemporáneos serían motivo de escándalo desde el momento uno.

Pero claro, las disfruto porque, mira tú, las contextualizado en su género y sobre todo su género. Y claro que no comparto los valores del charro mexicano, como mucho y en exclusiva su exaltación del alcohol como remedio para todo, que en el fondo me resultan tan ridículos como anticuado; "estoy en el rincón de la cantina, oyendo una canción que yo pedí, me están sirviendo ahorita mi tequila, ya va mi pensamiento rumbo a ti, yo sé que tu recuerdo es mi desgracia y vengo no más a recordar, qué amargas son las cosas que nos pasan, cuando hay una mujer que paga mal..." Me pasa otro tanto con las pelis o series de vikingos; me encantan, sí, pero en ningún momento me entran ganas de echarme al mar para asaltar aldeas, matar a diestro y siniestro, violar otro tanto, y llevarme las reliquias de San Columbano; no procede.

Y aún así mira que si te fijas bien en las letras, no todo son machos duros ahogando pegas en tequila y reprochando a la pava de turno que se hartara de aguantar sus machadas, no, también hay mensajes sublimes como el que se denuncia la prostitución y en ese encomia el amor monógamo y en ese plan: "si es necesario que llore, la vida completa por ella lloro, de qué me sirve el dinero si sufro una pena, si estoy tan solo, puedo comprar mil mujeres y darme una vida de gran placer, pero el cariño comprado ni sabe querer ni sabe ser fiel, yo lo que quiero es que vuelva, que vuelva conmigo, la que se fue..."

Por si cuera poco, las rancheras también dieron origen a uno de los géneros cinematográficos más interesantes dentro de la comedia. Comedia surrealista que nada tiene que envidiar a las de los hermanos Marx. Pero claro, como eran mexicanos... Sólo hay que ver el vídeo que adjunto y el precioso diálogo surrealista al final para darse cuenta de lo que hablo; ya te digo, ni Groucho en su mejor momento...

-Siempre pasa lo mismo contigo, no dejas a uno explicarse...


No hay comentarios:

Publicar un comentario