miércoles, 2 de mayo de 2018

CABRÓN CON PINTAS


Me dice el figura de la paquetería que el otro día me quería dejar un paquete en el bar del barrio que no suelo pisar nunca, porque no le apetecía subírmelo hasta el séptimo piso donde vivo, que a ver si me importaría recogerlo en el buzón porque el ascensor estaba fuera de servicio por mantenimiento. Se ve que el vozarrón que le di el otro día al recordarle que yo había pagado para recibir el paquete en mano, en la puerta de casa, causó su efecto. Vozarrón que no fue sino la consecuencia del enésimo intento durante varias semanas por parte del mismo mensajero de dulce y dicharachero acento transoceánico por escaquearse de tener que subirme los paquetes que recibo con escusas tan peregrinas como la de que no encontraba mi portal o que andaba justo de tiempo y subir hasta el séptimo se le hacía semejante a hacerlo al Everest o algo por el estilo.

Pues bien, mira que suelo ser, por inercia y experiencia, empático con todo el mundo, que tiendo a facilitarle la vida a todo el que me lo pide y puedo, de no tener un motivo concreto para no hacerlo, porque tonto ya lo justo, pero esta vez he estado en un tris, siquiera ya sólo al principio, de coña, de decirle que naranjas de la China, que me tenía que subir el paquete hasta el séptimo porque para algo "he pagado para que me lo entreguen en mano". Pero no lo he hecho, claro que no, porque incluso habiéndoselo dicho de broma, y una vez puesto en plan cabrón con pintas, a joder al personal y al currela en particular, qué sería lo siguiente: ¿votar al PP? Dios me libre de ser uno de esos, no creo albergar tan mala sangre en mis entrañas. De hecho siempre me he tenido por una buena persona, con mis cosas, esto es, mis manías y cabronadicas, pero buena persona.

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